En medio de una noche oscura, con niebla densa y el mar agitado, una poderosa flota militar navega a toda máquina. Al frente, el buque insignia, el Destructor Alfa, escoltado por varios buques de guerra y almirantes a bordo. De pronto, en el radar aparece una luz fija en su rumbo.
El almirante en jefe ordena una transmisión urgente:
—Aquí el Destructor Alfa, nave insignia de la Armada, escoltado por seis buques de guerra y tres almirantes. Cambien su rumbo 15º al norte inmediatamente para evitar colisión.
La respuesta llega con calma:
—Negativo. Recomendamos que ustedes cambien 15º al sur.
El almirante, molesto por la osadía, responde con tono firme:
—¡Esto no es una sugerencia! Somos una fuerza naval de alto nivel. Exigimos que cambien su rumbo ya.
Del otro lado, la voz sigue serena:
—Entiendo. Pero insisto, es mejor que ustedes cambien el rumbo.
El almirante, ya rojo de furia:
—¡Escúchenme bien! Estamos armados, preparados para cualquier amenaza, y tenemos órdenes de mantener el rumbo. Si no se apartan, habrá consecuencias.
Silencio. Y luego, la respuesta final:
—Perfecto. Y estoy escoltado por mi perro, y les llamo desde un faro. Ustedes deciden.
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